viernes, agosto 26, 2005

Iocus vita

A Chesca

De torpedos y submarinos


El juego de torpedos y submarinos consiste en dos hileras de personas, las cuales se colocan una frente a al otra. Dichas hileras se toman de las manos y se enumeran. Unos serán llamados torpedos, los otros submarinos. Un director omnipresente y omnisciente, grita a viva voz la identificación de un torpedo o submarino —Torpedo 1 ¡fuego!, Submarino 3 ¡fuego!—, con lo que el participante nombrado saldrá corriendo hacia la fila contraria. Si logra en su afán romper la fila humana contraria, se llevará a las personas que se hayan soltado, poniéndolas prisioneras detrás de la hilera de su equipo. Dado el caso que no logre el objetivo de su empresa, quedará él, prisionero tras la fila enemiga. Al momento de ser desmembrada la fila, si existieran prisioneros tras de ella, existe la opción de huir y regresar de nuevo a formar parte de su equipo.


Explico esto, porque ayer sentí que la vida se parecía a eso. Que la muerte va gritando por el mundo: «Cáncer 1 ¡fuego!, Chofer de Transporte Pesado 8 ¡fuego!, Negligencia Médica 12 ¡fuego!» En espera de la embestida estamos nosotros, haciendo mallas de solidaridad/familiaridad. Es decir, yo con familia, amigos, compañeros de trabajo, gente conocida, de alguna manera formamos mallas intrínsecas, cerradas, que nos permiten soportar las embestidas que nos envía la muerte.

Caminamos y cerramos filas cada vez que un miembro cae, nos apresuramos afanosamente en tratar de alcanzar otra mano, otro brazo para asirnos a la realidad, la telaraña de soporte. Quizá por eso se mueren más los niños, porque no tienen la fuerza suficiente para asirse a la familia. Quizá por eso mueren los ancianos también.

La pregunta es por qué muere la gente buena. Quizá por cansancio o distracción. Acaso por que los proyectiles que reciben son muy seguidos. Efectos estocásticos de la probabilidad. Ráfagas de muerte. Lo gracioso es que la muerte juega con nosotros, nos hace embestir a otros humanos, a otras mallas. Algunas armas letales —humanas por supuesto—, son más utilizadas por la muerte, dicen que son movidas por combustibles raros como la ira, la enajenación, la política, la negligencia. Algunos de ellos se autoincineran al chocar con otras mallas, aunque hay algunos que son muy resistentes. En todo este juego, la muerte no se ensucia las manos. Hasta acá, puedo nada más ofrecer mi brazo, quien pueda alcanzarlo es bienvenido, acá necesitamos más gente para soportar. Para no morir luego.


Edwin Enrique Soria Juárez

2 comentarios:

Enrique Soria dijo...

Un abrazo mujé!!

Enrique Soria dijo...

Celia María,

Siempre es bueno tenerte cerca, aunque sea en esta forma. Siempre rondás, siempre.

Te llamo un día de estos y tengo que conocer al crío.

Salú