martes, junio 28, 2005

Sentire


Insisto, la lluvia hace cosas grandes, colosales como estragos y felicidades. El frío nos orilla a unirnos, a cerrar filas y por qué no a besar y abrazar.

Ignoro si es cosa del tiempo, quizá soy más perceptible o melancólico, más pertinaz en mi afán de percibir, o simplemente estoy creciendo, madurando o envejeciendo. Son las seis y media de la mañana y llueve, llegué temprano a la oficina y necesito y quiero y lo hago: escribo sobre los sentimientos y la manera en que los percibimos.

El sábado, quizá por todos los sentimientos a flor de piel, al despedirme de mi hermano Esquimal, le tendí el brazo para abrazarlo, él se abalanzó y me clavó un beso en la mejía, como buenos hermanos —como los viejos y buenos tiempos— frente a nuestras respectivas costillas y al bello retoño del Esquimal: Camila, quien dormía sin preocupaciones desde un tiempo atrás aún con la música y el relajo de la reunión.

Ayer me pasó lo mismo. Les cuento: La Mamá de RM tenía siete años de estar peleando con la vida. Luego de un mes de tener a la señora en el hospital —otra de tantas visitas que hacía al nosocomio por buenas temporadas— RM junto a su hermana, decidieron moverla a su casa de habitación. Según el médico allí podían hacerle lo mismo que en el Hospital, a un costo más bajo, rodeada de ellos dos y su cariño. La Señora, al entrar a la casa se sintió liberada: en los brazos de RM decidió partir. Dijo es suficiente, estaba cansada y no quiso más.

Ayer, con mi amada Chinita, fuimos a las exequias de la mamá de RM. Recién acaban de entregarles el cuerpo a RM y su Hermana. Todo era llanto y dolor, pero había un halo de tranquilidad, de resignación. Allí estaba RM, entacuchado, sin rasurar y doliente. Esperé turno tras varias personas que deseaban patentar su dolor y su presencia, luego de un tiempo pude llegar hacia RM. Lo abracé y él lloró. Lloró como un crío sin madre, lloró como lo venía haciendo, como un hijo que dio todo por su mamá, como un deudo de cariño y de historia y de madre. Lloró como un Hombre.

Aún al escribir esto me cuesta, siento un nudo en la garganta y un torrente queriendo salir de mis lagrimales, pero son ya las ocho y centavos—me ha costado escribir esto— y ya hay gente a mi alrededor, ya hay impresiones, fotocopias y llamadas y… ya no puedo llorar.

Sé que RM quizá no lea esto nunca, no interesa, sé que sabe el aprecio que le tengo. Sé que el Esquimalito sí lo leerá, y él también sabe el aprecio que le tengo. Sé que usted lo leerá, y que no le interesa RM ni el Esquimal ni la madre de nadie, pero sé también que usted como yo tenemos un Padre y una Madre, aunque sea que sólo hayan copulado sin querer que nosotros viniéramos a este mundo, pero son los que desencadenaron todo esto. Sé también que si usted los tiene y le importa un poco la vida y la tranquilidad de su persona, hoy o en un futuro no muy lejano, los llamará y les dirá lo que los aprecia.

Edwin Enrique Soria Juárez

P. D. Feliz mes del padre Viejito. Sabés que te aprecio.

lunes, junio 27, 2005

Anhelus

"Las madres, son los mismos manantiales de vida; siguen siendo las mismas, ayer y ahora. El cáncer de la humanidad: Los políticos. Animales que reaccionan al arengarlos con el petate del muerto que amenaza en quitarles el poder, el dinero, la fama y la gloria: el vulgo. A dichos personajes el calor del poder y la gloria les produce demencia o tendencias sexuales que rallan en lo estrambótico, lo ridículo. La humanidad sigue siendo la misma, más educada y estudiada quizás, a ratos más ignorante, pero perversa y morbosa por igual. Pero siempre, hay un atisbo de luz, en los ojos de los hombres justos; en las madres y en ellos, reposa la esperanza para un mundo mejor."

Felicidades Rita y Renato.

Edwin Enrique Soria Juárez

viernes, junio 24, 2005

Lignator

Es increíble. Pasa el tiempo y a veces aún no mudo de opinión... Sin embargo creo que he crecido, infinitesimalmente, pero me he movido.


Del arte de hacer leña del árbol caído o de cómo hacer mierda lo que no compartimos o de el gran ego que poseo y que en ocasiones no puedo acallar…

De una forma contundente, muy acertada y a veces con la suposición de que tengo la boca y la parte donde termina la separación de los miembros inferiores que me sirven para la locomoción; llenas de sabiduría adquirida en los libros, de escuchas tomadas de opiniones propias o de terceras personas; me aventuro en la ardua tarea de dar cátedras de moral, entendimiento, de aceptación o juzgamiento de eventos foráneos a mi entendimiento y costumbre —por demás decir, que en determinado momento, tales hechos, no me afectan el diario vivir—. Haciendo recuento de que no es tarea nueva en la historia, que muchos de los grandes —situación por demás sabida, ataviada de gustos o tendencias personales— o famosos de la historia, mortales comunes y silvestres como este pobre e infatuado aprendiz de ser humano.

El tema de la opinión personal, es sin duda una cuestión que lleva años en las mentes de los arduos y sudorosos padres del derecho universal, un escaño por demás escabroso, plegado de barbaridades o perpetuas sapiencias vertidas en blanco y negro en pulpa de árboles.

Lo más gracioso, en mi caso personal, lleva el agravante de ser un aprendiz de escribiente; lo cual, conlleva una tarea social comprometida, a menos que se quiera pensar que es nada más un escape personal, una tarea egoísta, solitaria, plegada de satisfacciones en donde el momento de la creación de un buen juego de palabras y un poco de suerte, puede llevarme a pasar a la historia como un determinante para la actitud de los que me leen, aunque estos sean apenas familiares o amigos cercanos que cansados de la tarea diaria, dan una vista a este universo construido a base de consonantes y vocales, hilvanado con una retórica prestada de otros, ya que inventada a estas alturas de la historia de las letras, resulta ser una muy difícil empresa.

Es así como en ocasiones —dependiendo del tema de los desengaños, más o menos frecuentes—, suelo ser indiferente, en el mejor de los casos. Sin embargo, cuando creo tener la razón —como expuse en el primer párrafo— hago un ataque sangriento y tupido, al acto o la opinión de ciertos eventos. Me es difícil a veces, concebir que las personas a las que tengo en estima, difieran de los gustos que profeso, partiendo desde el mal hábito —calificado así por un entrañable amigo— de la lectura y escritura, hasta llegar al disfrute de un simple y mezquino viaje de vacaciones.

Analizando mis actitudes y opiniones, con la mano en la conciencia —sea donde eso quede—, tiendo a ser irascible —histérico no podría, debido a la falencia de matriz en mi organismo— más bien contundente, en mis ataques e insinuaciones acerca de lo que no me agrada.

Es de esa manera que he dañado muchas de mis relaciones interpersonales, por no contabilizar a las personas a las que les he faltado a su derecho de libertad; sin embargo, por más que trato, no puedo dejar de practicar ese acto de egocentrismo poseedor de la verdad, propia a todas luces, no absoluta en lo más mínimo, pero sí amalgamada en lo más cavernoso de los laberintos de mi casi imperceptible sapiencia.

No obstante, el hecho que me lleva a picar con mis dedos el teclado, es la pregunta existencial —aunado con la válvula de escape, que escribir me produce— de si conservar o no la actitud; debido a dos palillos de dientes que como pilares sostienen mi tesis/testarudez: el callarlo, lo cual conlleva el daño al tragar estoicamente mis rabietas y la libertad que tengo de opinar e influenciar en las personas que aprecio.

Quizás el presente texto no lleve a nada, más que a una pésima dialéctica de púber; sin embargo, me preocupa el no poder salir de este ardid y acudir al mismo cada vez más, aunado con la casualidad de que al opinar de forma virulenta sobre las actitudes o gustos ajenos, con cierta certeza llego a predecir el infortunio de las premoniciones vertidas; convirtiéndome en un mal agüero, en leñador de árboles caídos por la desgracia o un simple artesano a destajo, de heces fecales que llueven luego en las actividades de otros.


Del arte de hacer leña del árbol caído o de cómo hacer mierda lo que no compartimos…

…y sugieren los ancianos del pueblo, los economistas e inversionistas extranjeros, que no era un chaman, un brujo, estadista, economista o médium. Sin embargo, tenía la capacidad de acertar en los fracasos de los demás. Es por eso, que la gente ya no lo visitaba como consejero para ayudar en los casos perdidos, sino como un simple agorero de proyectos con tendencias al fracaso; como guinda en el pastel, luego de que los estudios de mercadeo predecían chascos. Que su sabiduría no era tal. Él era abono para flor de muerto, un jardinero de terrenos baldíos, de estepas con futuros desérticos…

Edwin Enrique Soria Juárez

24/03/2004

Pecciolus

Pecciolus

No me mirés más,
con esos senos huecos,
de pezones lumínicos

No me mirés más,
me deslumbra el fuego de tus senos
el resplandor de tus pechos huecos
agujerados de claridades rojo cereza

No me mirés más, perforás mis párpados

acaso no vés cómo me lastima tu luz
manantial que emana de pezones llenos de nada

acaso no vés cómo incandescen tus pezones de metal
pezones hartos de fulgor al rojo blanco

acaso tendré que absorber tu luz con la boca
tapar con mis fauces tus resplandores
raer con mis dientes tersuras y esplendores
tragar brillos y reflejos

tendré acaso, que alimentarme de tu fosforescencia a diario,
lumínica amante infinita con pezones de metal.

Edwin Enrique Soria Juárez

jueves, junio 23, 2005

Identitas

Revista Literaria Mis Escritos
Año 1 - Nº9
27 de ENERO de 2004
Desde Lanús, República Argentina

Identidad o autenticidad ó Identidad Auténtica

La identidad, es la capacidad o la cualidad de ser idéntico; además, según del derecho, es el hecho de ser una persona o cosa que se supone o se busca. La autenticidad, por su lado, es la calidad de ser auténtico, que a su vez es alguien acreditado de cierto o positivo por los caracteres, requisitos o circunstancias que en ello concurren, todo esto relativo a lo idéntico, que viene siendo algo muy parecido a otra cosa o persona que se compara.

Partiendo de que la sociedad y la psicología de masas –igual o equivalente a una política de empresa- nos exigen poseer una “identidad auténtica”, siempre y cuando nos nivelemos a ciertos parámetros establecidos para así ser aceptados.

Citando a Juan Carlos Arroyo Gonzálezlo "idéntico" puede resultar un concepto equívoco y más bien habría que hablar de afinidades y no de igualdades”, partiré de la práctica necia de llamar a la identidad personal como tal.

Algunas de las preguntas que me motivan en este escrito, es el hecho de que a acaso estamos condenados y obligados a ser ladrones, ya que al nacer, todo estaba ya escrito, dicho, dibujado y formado, con lo cual somos orillados y predestinados a ser un poco de muchos y mucho de pocos. O peor aún, el hecho de que no somos nadie, no somos nosotros porque en realidad no existimos nada más que en nuestra mente.

Viendo en primera parte, el hecho de que desde la forma de transmisión de ideas y pensamientos, estamos supeditados a un lenguaje; mismo, que no construimos nosotros; a una forma de ser y comportarnos, regido por la sociedad en la que nos desenvolvemos; a utilizar inventos, formas y formulismos para todo, en los cuales no tuvimos ni la menor ingerencia, ya que muchos de estos, son tan antiguos como la historia misma del hombre o tan modernos que en determinado momento no tenemos el alcance para saberlos todos, ni siquiera el origen de los mismos.

Un ejemplo claro es cualquier tema del que se quiera discurrir, tarea que se quiera realizar o idea que se necesite discutir: siempre hay alguien que ya lo hizo, lo único que hacemos es revolver la masa grisácea de la humanidad y rebuscar algún significado o creencia que nos parezca cómoda para así adquirirla.

Es decir que la identidad colectiva no es otra cosa que el conocimiento de la sociedad, el cual ya está predeterminado, asemejando un interminable fractal llamado cultura y su identidad más mínima: un cerebro humano o un libro (que a la larga puede ser lo mismo).

De esta manera, el reencontrarse con uno mismo, no es otra cosa que reencontrarse con los índices y cánones de la sociedad, que nos permiten tal o cual actitud en una situación determinada, algo así como la etiqueta, como la regla que dice que debemos andar con el vehículo o como peatones por la derecha en los países de América.

Acaso la identidad entonces, es nada más que la búsqueda de la aceptación, el empeño de entrar en determinada escala del catálogo humano, una clasificación, una cosificación del alma, una simple, vil y llana taxonomía social. Que triste suena, que pobreza mental, social y racial en la que entramos.

Entonces, la realidad de la originalidad según los sociólogos y sicólogos, resulta ser nada más y nada menos que la capacidad del ser humano para aprender y aprehender modos, maneras, costumbres y malas mañas. Donde está entonces el alma, la originalidad de cada uno de nosotros como entes celestes que somos –sin caer en ninguna clase de religiosidad- o como existencias únicas.

Acaso entonces, es tan triste nuestra propia existencia, en el caso de que a como está la humanidad, a estas alturas de la historia, no podemos hacer nada por nosotros mismos, que todo está dicho y hecho, que nada más somos modificadores de la verdad – un término por cierto, tan endeble y subjetivo-, peor aún, que ni siquiera somos nosotros mismos, sino somos una copia única, un compendio original de toda la humanidad, dicho sea de paso, de cierta parte de la humanidad y su cultura; en donde, uno de los posibles ordenamientos en donde podría yo encajar sería:
mamífero/humano/social/americano/latinoamericano/
centroamericano/guatemalteco/capitalino/moreno/estrato/
social/medio/estudiante/universitario/trabajador/asalariado/inconforme

Este ejercicio, me recuerda la trilogía de películas de los hermanos Wachowski The Matrix”; qué, acaso no es eso la sociedad, un ente que nos empuja a ser de tal o cual forma.

Es entonces, que la búsqueda de una “identidad auténtica”, nos convierte en simples registradores de la historia, no es nada personal, al contrario, es la necesidad de localizar un espejo el cual no nos deforme, o en último extremo, no nos convierta en algo grotesco, una visión capaz de ser sostenida en las retinas de los demás; es decir, la reducción de la potencialidad que tenemos de ser dioses, a simples candelas de altar, utilizadas para iluminar al santo de la sociedad aceptable, de la cordialidad, el decoro, el amor y la paciencia potenciada en tolerancia.

Pobres de nuestros clasificadores, que se devanan el cerebro con ciencias puras, etimológicas, filológicas, filosóficas y de vanas repercusiones en el universo. Pero hay de aquel inclasificado, inadaptado, aquel que ose salirse del molde, la bacinica o el artificio que haya usado el/la/los sociólogos/sicólogos/sicópatas/mercadólogos/sectas/religiones/agrupaciones/ porque réprobo/infeliz, y vivirá el resto de su vida en el infierno/sociedad paralela/inframundo/chabolas/sectores marginados/ cosificado y clasificado como inadaptado.

Qué tristeza, seres especiales, íntegros, esenciales, únicos, porque no seréis aceptados, y viviréis en conflicto interno, en trauma psicológico, por tratar de ser nada más, que ustedes mismos.

Edwin Enrique Soria Juárez

Politice,politicus, iuvenis.

Un artículo publicado en 2001, en un periódico de la USAC.

¿Y los Jóvenes?

¿Dónde los estás buscando?


Como de costumbre, la mayoría de veces hablamos y exteriorizamos nuestras opiniones sin antes haber tratado de ahondar en el tema o únicamente con lo que nuestra vista alcanza a ver.

En el diario Siglo XXI, en la sección de opiniones escribe los Domingos el Joven o “Chavo” –como se hace llamar él- Constantino Diaz-Durán, ya que es uno de los pocos patojos privilegiados que tienen la oportunidad de tener una columna en uno de estos rotativos; me ha interesado estar pendiente de lo que opina.

En cuestión de tres Domingos consecutivos –6,13 y 20 de Mayo- escribió acerca de la indiferencia de los jóvenes y una catarsis que esto le produce, así como de la situación imperante en el país.

Creo que no tiene una visión amplia de la situación de los jóvenes Guatemaltecos, por la forma en que se ha expresado y contemplo necesario que se le dé otro punto de vista, por ello me permito escribir estas líneas para brindarle una mejor visión del tema y que de está manera pueda exteriorizar, ahora si con una mayor propiedad, una opinión.

Estoy de acuerdo, en que existen muchos patojos para decirlo en buen chapín, que definitivamente no se preocupan por la problemática del país, pero existen también los que si lo hacen y es más, viven con ella.

Un claro ejemplo lo podemos tomar de las aulas de la USAC, en donde día a día se convive con todos y cada uno de los problemas que acontecen en la escena nacional.

Aquí se vive el fenómeno de la sobrepoblación, le pregunto a él ¿Sabe qué es recibir clases en un aula en donde está destinado el espacio físico para un aforo de cien alumnos y que en la materia estén inscritos cuatrocientos?.

Se vive el problema del tráfico; un ejemplo es, que para poder asistir a clases por la noche a veces es necesario iniciar la romería hacia la “U” a las cuatro de la tarde, ya sea para poder conseguir parqueo o un lugar en la camioneta del que no se tenga que desarrollar habilidades de mono e ir literalmente colgando.

Y así, podría enumerar todos y cada uno de los problemas nacionales e identificarlos con la problemática del estudiante de la USAC, como la descentralización, la inmigración del interior hacia la capital, el uso de celulares para trabajar o como único medio de comunicación con la familia y encima, el gobierno planeaba gravar este instrumento de ”lujo”.

Lo cierto es que esta mi gente de la USAC, que es un trabajador que estudia, no se expresa como apunta el en su artículo “Ahorita estamos en la U y nuestra única responsabilidad son los estudios, no tenemos tiempo para ocuparnos de esas cosas”.

Ahora si digo yo “¡Pajas! ” como dice su artículo del día Domingo 13 de Mayo, ya que esta población estudiantil, se tiene que esforzar para poder sobrevivir, para poder aspirar a una posición económica estable y no regresar su lugar de origen “con la cola entre las patas”, es por eso que la juventud de hoy día no se ocupa tanto de esto, porque tienen que rajarse el lomo para poder salir adelante.

Y sí estos patojos tuvieran un espacio en donde expresarse, en donde poder decir lo que sienten y sufren a diario y que además, tuviera circulación fuera de la USAC, vería entonces donde están los Jóvenes por los que el pregunta.

Y para no parcializarme le diré que efectivamente, existen Jóvenes aunque pocos, que se preocupan por la problemática del país, que están en asociaciones estudiantiles, en grupos de teatro, de denuncia, etc., pero también es cierto, que es menor aún el porcentaje que lo hace con el real afán de servir a la patria, los hay y lastimosamente es la mayoría, que se prostituyen y utilizan ese tipo de movimientos para escalar políticamente o aprovecharse económicamente de la posición que alcanzan.

En conclusión, mi idea –obviamente cada uno tendrá la suya- es que la razón medular de la ausencia de los jóvenes en el ámbito político es porque no existen o son muy pocos los espacios en donde expresarse.

Hagamos memoria; ¿Cuántos son los patojos que tienen la oportunidad de hacerlo desde una tribuna a escala nacional?, ¿Cuántos son los patojos que logran hacer algo desde unas tablas como lo logran hacer algunos grupos de teatro o musicales?; ¡Realmente pocos! o dicho de otra manera ¡Casi nadie!.

Mi punto de vista creo que ya lo he expuesto, lo único que falta es ver ¿qué piensan ustedes? y como no solo es de criticar, qué proponemos para salir de esto; recordemos que en un futuro no muy lejano seremos nosotros o contemporáneos nuestros, los que gobiernen el país.

Edwin Enrique Soria Juárez

Estudiante de Ingeniería

martes, junio 21, 2005

Praecipitare aqua, frigidus ventus.

En algún momento ya lo había mencionado, no sé si acá o en la lista de correo, igual lo repito: Me encantan las mañanas lluviosas y fríos vientos. Habrá que decir acaso que es la lluvia la que me fascina.

Soy un empedernido espectador y las mañanas lluviosas me dan para observar mucho. El cuidado con que la gente camina para no ensuciarse, lo limpio del ambiente a causa del agua. Me trauma, me embruja.

La gente anda algo… más despierta quizá, el ambiente da para mucho. Me encantan las mujeres, mi esposa lo sabe y se hace la desentendida por las mañanas cuando veo por las mañanas a las mujeres en traje sastre, con faldas coquetas y piernas erizas por el frío.

Realmente adoro la lluvia y las mañanas lluviosas de la capital. Son distintas a las que veía en la Costa Sur cuando estudiaba en el Técnico (los costeños son tan raros), muy distintas a las mañanas en Managua o las de San Pedro en Honduras. Distintas a las de Santo Domingo en Dominicana, aunque estas últimas tienen algo de magia como todo el caribe.

Todos estos movimientos matutinos me recuerdan el tiempo de estudios en el colegio Don Bosco. Me gusta tanto este ambiente que mi relato llamado Preámbulo se desarrolla en ese contexto, mañanas de colegio, colegialas en falda, faldas coquetas, coquetas las mujeres, mujeres trabajadoras. Bello, fascinante.

Lo único que le falta a este tiempo son los zompopos. Los famosos zompopos de Mayo que brotaban de la tierra o caían del cielo, maravillarme de la naturaleza en medio de la jungla de concreto y asfalto de la ciudad de Guatemala. Zompopos tardíos que luego fueron “saliendo” en junio y hasta julio en algunos años y el apellido de “Mayo” quedó en el recuerdo nada más. Este año no han caído, los extraño. El lunes de la semana pasada fui a la costa y me quedé maravillado que en la autopista Palín-Escuintla estaban presentes estas hormigas de gran tamaño, estos zompopos eran recogidos por la gente que detenía el vehículo en la orilla de la carretera y pepenaba uno por uno a estos bichitos.

Recuerdo las luchas a los que sometíamos a estos insectos. Se solía pintar a uno con corrector blanco en la espalda. No sé si por el agravante de ritual que conllevaba esto, pero era el que siempre ganaba. Y los culitos de zompopo dorados con ese sabor a mantequilla acomodadas todas las chibolitas —por no decir culitos y sonar vulgar— con tortilla de maíz recién salida del comal y un poquito de sal.

Me encanta cuando la vida me da estos premios, más ahora que amanezco abrasándola, sintiendo esa temperatura de cariño. No cabe duda, soy feliz.

Felices lluvias matutinas, felices preámbulos…

de Preámbulo

… A través del vidrio de la ventana empañada, miro cómo te apresurás y corrés graciosamente, cuidando no mojarte. Sosteniendo delicadamente esa pequeña sombrilla floreada, alzás la vista y le hacés señas de parada al conductor de este tropel de ciudadanos…

viernes, junio 17, 2005

Tolerantia, Redite Caesaris Caesari

Tengo una fascinación por el latín que me ha despertado en muchas ocasiones a escribir sobre el origen de las palabras; las cuales, en determinado momento son el origen de las acciones; esto debido, a que las mismas frases nacen de una forma onomatopéyica, si cabe el término. He descubierto hoy que un sinónimo del perdón es la tolerancia, y que sólo esta última tiene raíz latina, por algo será.

En los últimos días, debido a la batalla campal a través de correos electrónicos generados por algunos de los amigos más cercanos y entrañables con los que he cultivado una gran amistad, la cual deseo seguirla teniendo —con toda la intención que el sentido de pertenencia me permita—, he descubierto que somos intolerantes, cercenadores de la opinión e irreverentemente soberbios. Subrayo el somos.

Pido públicamente perdón por la parte que me corresponde de responsabilidad en este intercambio de correos; rica y tentadora la discusión, pero con tendencias provocativas y lacerantes.

En ciertas ocasiones tendemos a ser más papistas que el papa —sin querer destapar con esto la olla de los grillos, nada más como un dicho coloquial y de uso frecuente—, y peor aún, más animales que los pocos dispuestos en la selva petenera.

La tendencia a la desacreditación (disminución de la reputación de una persona) debería ser considerada un acto de violencia, al igual que la tendencia al convencimiento. ¿Es más lícito acaso, escribir nada más y que el que le ronque la gana que lea? Quien sabe. Lo que sí es cierto, es que nuestra opinión/convicción la defendemos a capa y espada; pero, habitualmente sólo la historia dirá si teníamos o no la razón. La imparcialidad es un fiasco, bien decía Oscar Wilde: Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan, sin duda por eso mismo las opiniones imparciales carecen de valor y las opiniones con interés son tan apegadas a la miopía. Mi. Mi. Mi. Mi. Yo. Yo. Yo. Egoísmo. Narcisismo. Ingratitud. Egocentrismo. Aislamiento.

El otro problema, es que le tememos a un cambio de opinión generalizado, es acaso porque ¿embate de frente a nuestra tranquilidad? Un sabio para la guerra, Napoleón Bonaparte, decía que no hay que temerle a los que tienen otra opinión, sino a aquellos que tienen otra opinión pero son demasiado cobardes para manifestarla. ¿Acaso será que debemos temerle más a los cobardes en todo sentido? ¿Qué tan cobardes somos? ¿Qué tanto temor debe de tenernos el mundo?

Muy probablemente el acertijo está en ser lo que deseemos ser, recuerdo ahorita a Lewis Carroll en Alicia en el País de las Maravillas: <>o, si quieres que lo diga de un modo más simple: <>.

Aunado lo anterior a la tolerancia de opiniones distintas a las nuestras y el no temer expresar nuestras propias opiniones, nos debe de llevar a la pacífica convivencia. Es decir, no temerle a la censura y luchar contra ella, aún más cuando se trate de alguien a quien respetamos y apreciamos. Tanto la intolerancia como la censura son sinónimos descrédito, menosprecio, minimización: violencia.

Espero ansioso el día en que pueda tranquilamente tolerar. Espero vehemente el día en que todos podamos expresarnos sin censura, sin miedo. Anhelo los tiempos en que podamos vivir sin violencia, aunque la historia proyecte lo contrario. No demos ultimátum, no amenacemos, no violentemos, que nuestro merecido nos dará en algún momento la vida y luego no culpemos a nadie de lo que no posee nuestra existencia.

Perdón, sepan tolerar.

…si su vida no está llena de poesía no culpe a la vida, cúlpese a usted.

Rilke


Pobres hombres necios
jadeantes violentos
mendigos de atención,
faltos de inocencia infantil.


Absurdos saturados de insensatez
achacosos despilfarradores de energía en luchas de poder
faltos todos, de la bendición de la soledad
miren hacia los niños, que nada les importa,
ni sus estúpidas luchas, sus insignificantes preocupaciones,
sus mínimos trabajos.

EESJ

Edwin Enrique Soria Juárez

martes, junio 07, 2005

Arma.

1. (Del lat. arma, -orum, armas.) f. Instrumento, medio o máquina destinados a ofender o a defenderse.

Vivimos en una jungla. La abundancia del dinero da la posibilidad de “ser”, a través de obtener objetos fálicos -que van desde un carro grande/potente hasta un arma- “un ciudadano influyente y todopoderoso”, un “león que ruge y delimita su territorio”.

El fin de semana recién pasado en la entrada a la Antigua Guatemala, un Señor mayor, en un automóvil tipo “Pick up” muy potente –el vehículo-, con una motocicleta de cuatro ruedas de reconocida marca y un séquito de gente en la palangana del costoso vehículo antes mencionado, intentó rebasarme por la derecha aprovechando el espacio que da la entrada al parqueo del Hotel Casa Santo Domingo.

Iniciaré diciendo que la Antigua es una ciudad de calles empedradas y que un domingo para mí es un buen motivo para andar tranquilo, sin prisas. Suficiente tengo con las carreras de la semana laboral. Como segundo punto, menciono el hecho de que por la derecha no se rebasa. Pues bueno, como el honorable señor no pudo pasar a tiempo, me bocinó; a lo cual, por el susto y la impertinencia yo respondí con un bocinazo de vuelta.

¡Vayan ustedes a creer que el honorable ciudadano se molestó!. Avanzó por la derecha a toda velocidad y paró su potente vehículo adelante del mío impidiéndome el paso. En estas situaciones la prudencia priva ante cualquier intento de machismo o adrenalina.

He de contarles que bajó el piloto del flamante/potente vehículo todo terreno, me formuló algunas preguntas para averiguar si este maleducado joven que les cuenta la historia estaba ganoso de tener problemas. Obviamente mis reacciones fueron: no salir del vehículo y contestarle desde mi vehículo -menos costoso que el de él-, que mi intención no era morir, mucho menos tener de cerca el arma que muy oportunamente se encontraba renuente a salir de una mariconera, en donde el portador de la misma la tenía agraciada y celosamente guardada.

El susto nadie me lo quita y tampoco el derecho de escribir este inútil desahogo. Además, deseo lanzar unas preguntas y rectificar lo que hace un buen tiempo escribí acerca del temor.

En el caso hipotético de que el arma que el Señor portara fuera legal:

¿Hace el DECAM (Departamento de Control de Armas y Municiones) un estudio psicológico de las personas a quienes les extienden licencia para portar arma?

¿A dónde iremos a parar cuando todos portemos armas, sean estas legales o ilegales?

¿Qué me defiende de la agresión de un portador de arma en el momento que mi vehículo o mi persona sean un obstáculo para su “libre locomoción”?

Termino con esto:

Trilogía del Temor

Hay tres cosas a las que un hombre sensato puede temerle:

a un Idiota capaz de ser presidente,

a un necio con un arma en la mano,

y a una mujer con el deseo a flor de piel.

Edwin Enrique Soria