lunes, marzo 20, 2006

Conversare

Este es un espacio para conversar sobre libros y literatura con lectores y escritores.

El formato será una serie de diez preguntas promedio, estas se harán llegar a los correos de escritores para que tengan tiempo de contestar y extenderse lo que deseen. No tengo una lista de referentes aún, iniciaré con los pocos contactos que tengo. Si alguien tiene el correo de alguna persona que deseara apareciera por acá, póngame un comentario con sus coordenadas electrónicas y les escribiré para hablar de esto.

Mi propósito hoy que inicio esto es tener al menos dos entrevistas por mes, esto significa que necesitaré de su ayuda, para contestar preguntas e información de posibles entrevistados. Es posible que al inicio todo fluya sin problemas, que tenga hasta mucho material, sin embargo luego se me agotarán los contactos...

Pensándolo bien no iré adjuntando entrevistas conforme pueda conseguirlas... No sé, el tiempo dirá cuál será la forma de construir este pequeño espacio.

Saludos,

Edwin Enrique Soria Juárez

http://conversare.blogspot.com/

jueves, marzo 09, 2006

Mocyclette

Entre los vehículos automotrices uno de los más míticos y consentidos es la Motocicleta. La “moto”, como se le conoce más, me asalta la memoria en este momento la canción aquella de súbete a mi moto, que cantaban los Menudo.

Este vehículo de dos ruedas ha creado a su alrededor muchas leyendas, desde la sensación que estas proveen —incluyan el ruido y la vibración que generan—, el hecho de ser económicas, hasta las consagración algunas casas que las fabrican. No digamos el hecho de ser un prototipo de masculinidad y que hay un programa en la televisión de una familia fabricante de motocicletas que genera una que otra eyaculación a ciertos fanáticos.

Antes que me digan digo:

  1. Mi mamá me advirtió desde que tengo memoria que si llego a comprar una moto que me olvide que ella existe y que compre de una vez mi caja de muerto.
  2. No sé manejar motocicletas más allá de las automáticas, esas que salen en películas europeas, muy juveniles ellas.
  3. Deseo una moto, quizá en mi crisis existencial de la edad madura consiga una de ellas, formaré una confederación de Búfalos Mojados —como diría un gran amigo—, vestiré en cuero y viaje el fin de semana a la Antigua a lucir el caballo motorizado.


Se preguntarán entonces por qué escribo esto, si tengo cierta afición por las benditas motos. Simple: odio a los motociclistas cuando ando en el carro.

Odio que puedan pasar en medio de las filas de carros cuando hay tráfico. No es envidia por que se puedan levantar más tarde y llegar más temprano que todos los que vamos en carro o en la camioneta. Es porque no sólo tengo que ir preocupado por el carro de adelante, el de atrás y los del carril de la par, sino que tengo que tener la vista en el retrovisor para observar si no viene un motociclista kamikaze colándose entre los dos carriles. Recién la semana pasada, un kamikaze motorizado de estos, enredó el manubrio de su motorizado homónimo en el espejo retrovisor de un carro que iba a la par del de mi esposa, luego de rebote fue a caer a la puerta del pequeño carro de Magdala, ese que con esfuerzo vamos pagando poco a poco y lo abolló. El homónimo que iba subido en el caballo motorizado cayó junto con su acompañante, la señora que iba con él se incorporó de inmediato e inició una perorata tremenda, furibunda e insultante. Alegaba culpa de los conductores de los vehículos por no hacer el espacio suficiente para que ellos pudieran pasar en el medio. ¡Qué de al pelo! ¡Cómo no Chon!

Debido a esta molestia desde ese día les declaré la guerra. Ahora viajo pegado a la línea que separa los dos carriles. Recibo insultos, bocinazos, señas obscenas y escupitajos. El lunes precisamente, fue tal su molestia que uno de ellos se me interpuso en el camino y paró la moto hasta que sus compinches pasaran.

No sé en qué va a parar esto, siempre y cuando no me tope con uno de esos que andan armado seguiré divirtiéndome en el tráfico matutino, viendo cómo hacen malabares y se enojan los caballos motorizados y sus homónimos sin motor. No es tanto lo que pido, nada más es que si son automotores que circulen como cualquier otro vehículo, al medio del carril y sin poner en peligro a los demás y a ellos mismos rebasando en espacios mínimos y a esas velocidades que lo hacen.


EE SJ

miércoles, marzo 01, 2006

Limitellus

Este es el límite. Hasta acá llega mi libro. El Dintel, el límite entre lo que escribí hasta el año pasado. He hablado mucho de él a estas últimamente. Estoy en forma total extinto en letras. Deberá pasar un buen tiempo para que retome todo lo que hay guardado, lo que tengo a medio empezar o nuevas ideas, quizás nuevas formas de escribir.

Ahora será decisión de algún consejo editorial, no quiero hacer otra publicación de autor. Mi trabajo en este rubro se circunscribe a escribir medianamente bien. Que otros decidan si vale o no la pena publicarlo en la editorial que manejan.

No más cambios. Nada que vaya más allá de puntos y comas, de cambios finos y sencillos para no estropear las ráfagas fulminantes que he creado. Decididamente es un libro que yo quisiera leer. El primero de muchos, espero.

Borraré algunos de las publicaciones hechas en este sitio de soliloquios personales. Pasarán a otro lado estos apuntes de letra muerta. Serán ahora una selección de ideas posmodernas (si cabe el término). Dejarán de ser sólo apuntes.

Este espacio está abandonado. Aunque por lo que veo es un oleaje (como diría Denisse), mareas alta y baja. Escribir y pulir. Regresaré con nuevos bríos en cuanto mis dedos pidan orientación cibernética.

Saludos cordiales,


Edwin Enrique Soria Juárez

P.D. Listado de apuntes que fueron primeras versiones acá. Luego de un buen tamizado y un puño de revisiones, son parte ahora de “El Dintel”:

Mullieris Infidelitas

Collectio

Solatis

Texere

Charta

Medicus Hippocraticus

Epitaphius

Sonitus

Ellipsis

Infectare


Post Scriptum: Si llega a salir a luz el libro, colocaré las versiones finales en lugar de los borradores. Saludos.

Superbus

Existen marcas que heredamos. Genes más bien. Los camanances de fulano, la nariz de zutano, el cabello de perencejo, las cejas de tal rama de la familia o el color de tez de la tía fulanita.

En mi familia algo que se hereda es la soberbia. A tal grado que la palabra contiene a nuestro apellido. Espero que mis familiares que lleguen a leer no se ofendan, nada más hago comentarios de lo que somos a raíz de mis observaciones. Si bien es cierto que algunos (más las mujeres) no tienen este mal desarrollado, sí lo poseen en estado latente, en cualquier momento salta y pasa a formar parte en primera fila del cúmulo de cualidades y defectos.

La falta de humildad, el egocentrismo, la arrogancia y la altivez, vienen de la misma cepa. Todas estas disfunciones de sencillez nos atañen. Llegamos al extremo de objetar algo aduciendo que ya lo conocemos, cuando esto no sucede así. Nos da pavor ser menores ante otros, más ante los propios de la familia. Las discusiones de este tipo pueden ser mortales dentro de una amena velada o una cálida tarde de domingo. Nos cegamos, cerramos en banda y tendemos a ofender casi de forma bélica.

Obviamente esto es algo personal, una reflexión infidente en voz alta. Los quiero familia, tomen esto con calma y cabeza fría.


Saludos cordiales,

Edwin Enrique Soria Juárez