martes, octubre 12, 2004

Tempus

Las invenciones del hombre podríamos clasificarlas a grosso modo en dos: abstractas y concretas. Es decir, las que podemos tocar y las que sólo se pueden ver a razón de comprenderlas e imaginarlas. Las concretas, resultan a raíz de transformar la materia prima que podemos adquirir o generar de la naturaleza. Las abstractas en cambio, no pueden ser llevadas al estado material, son intangibles.

Ambas ramas de la inventiva el ser humano ha tratado de cuantificarlas, algunos de los hallazgos en la rama de las cosas concretas o tangibles son la longitud, la masa, la temperatura, la intensidad luminosa, la intensidad de la corriente eléctrica o la cantidad de sustancia; para lo cual, se han diseñado patrones (medios de comparación), y así tener control sobre la cantidad existente de cualquier objeto/fenómeno. Alguien pensará que la intensidad de la corriente eléctrica es algo intangible, le recuerdo las cosquillas que hacen las baterías de nueve voltios en la lengua. Se puede percibir, no hay vuelta de hoja. Con estos antecedentes básicos podemos medir cualquier invento humano; incluso, casi cualquier fenómeno natural.

En la otra rama (clasificación mía, por cierto), la intangible, me interesa nada más en este caso una en particular, que en la clasificación del sistema internacional de medidas es la tercera de las siete unidades básicas. El tiempo. Es común escuchar “no se siente el tiempo”, haciendo alusión a la falta de atención que ponemos al momento que transcurre, sea este segundo o un año y no es que sea esa frase del todo vana, al contrario es una afirmación. El tiempo no se siente. No huele, no tiene color, forma, textura, tamaño. El tiempo una de las invenciones del hombre derivada en esa manía de medir todo lo que observa o percibe, extravagancia que raya en la idiotez, como cuando se le pide a la persona amada que magnifique el amor que nos tiene.

Para los que digan que la unidad de medida del tiempo está sacada de la manga, les tengo noticias: El segundo (s) es la duración de 9,192,631,770 periodos de la radiación correspondiente a la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de cesio 133. Qué fumada verdad. Aún con nociones básicas de ingeniería, se puede saber que esto no es tangible, el origen mismo del segundo es la radiación, esta no huele, no se ve, no se siente. Démonos cuenta que las otras unidades básicas sí. Se siente el peso, la cantidad de calor, la intensidad luminosa, etc.

En suma, el tiempo es algo que existe únicamente en la imaginación del hombre, es de aquellas cosas en las que la humanidad cree tan fervientemente que las ha dado vida propia, sin poder siquiera explicarlo. La gente mayor podrá dar más cuenta de que esto es algo subjetivo. Un ejemplo de la subjetividad del tiempo lo encontramos en una frase de Borges, quien decía que las distancias antes eran mayores, porque la distancia se mide en tiempo.

Al tiempo tratamos de relacionarlo con todo lo que podamos, esto quizá para lograr tener algo palpable que acreditarle al paso de los segundos. Decimos que el tiempo es lo más caro, que el tiempo todo lo borra; aunque, Enrique Bunbury dice que el tiempo borra lo que en realidad ya no importa.

El tiempo resulta nocivo en ciertos casos. Se convierte en una obsesión, Alphonse Allais dice que siempre hablamos de matar al tiempo y en realidad el tiempo es quien nos mata. Hacemos alusión al tiempo pasado, al presente y al futuro. El pasado no es nada más que un historial de alegrías y bochornos, es decir un recuerdo. El presente es este en el que escribo estas letras, sin embargo es para ustedes un pasado el momento en que las escribí, sin embargo es un presente cuando ustedes estén perdiendo su tiempo en leerlas. El futuro es un sueño, una quimera, un deseo. Es decir, el tiempo es algo subjetivo, relativo a la percepción propia. Es algo individual, aún cuando este es compartido con otra persona. Solemos decir te estoy brindando mi tiempo. Siempre es mío, excepto cuando me pagan por él, cuando debo dedicarlo al trabajo. Que irónico, el hombre ha llegado a perder incluso la propiedad de sus propias concepciones. Vende su tiempo cuando le va bien, pero se lo roban cuando lo pierde en colas, tráfico, y los demás acontecimientos de esta vida. Este tropel de consecuencias llamado modernidad, que en un futuro otros llamarán pasado y que alguien tiempo atrás llamó futuro.

Edwin Enrique Soria Juárez

miércoles, octubre 06, 2004

Vivere de Memoria

Vivere de Memoria: Tener vida a razón de la potencia del alma, por el cual se retiene y recuerda el pasado.

Siempre escuchamos a la gente mayor evocar al pasado, aún nosotros lo hacemos en ocasiones, evocamos la época de la niñez, la adolescencia, aquella etapa de la temprana juventud en donde nos importaba menos que un centavo de quetzal (0.06 de dólar gringo) el bienestar de los demás y en donde estaríamos en diez minutos.

Analizando he caído en cuenta que tal extremo es a todas luces deprimente, es muy normal si se quiere ver desde un punto de vista cotidiano el observar este tipo de conducta en los mayores; sin embargo, aún ellos no deberían de ser así, pero la impotencia de no poder/tener proyectos en los cuales trabajar, los orilla a dicha conducta.

Lo que si resulta patético y lúgubre es escuchar a un contemporáneo -alguien que inicia a vivir- este tipo de frases. Quizás no se escuche la evocación a tiempos pasados, pero sí se percibe una apatía al presente y una nostalgia a los tiempos en donde no se tenían preocupaciones más grandes que llegar a tiempo ante el televisor para observar determinado programa. Esa era la mayor preocupación y prioridad.

Siempre he sido partícipe de botar las cosas que nos crean un sentimiento de animadversión, apatía y hastío. Hay que recordar que nosotros somos los únicos responsables de nuestra suerte, ni el gobierno, la iglesia, la sociedad o nuestros padres tienen culpa de nada, nosotros únicamente somos garantes de nuestra propia situación.

El vivir pensando en que las temporadas pasadas fueron mejores, nos convierte en pesimistas o peor aún entes incapaces a recibir el cambio y crear a través de él nuestro presente y futuro.

Sí, se que suena a Paulo Cohelo, pero lastimosamente creo que hay un poco de verdad en esto. Sí, es cierto que lo escribo en tiempo de bonanza a luz de mi actual situación, pero las deudas en tiempos de inversión son altas, aprietan y quitan el sueño (si uno se deja), así que se puede pensar pesimistamente aún en tiempos de progreso.

Para finalizar quiero dejarlos con una frase de Nietzsche: Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los "cómos".

Salú, prosperidad y buena cara.

Edwin Enrique Soria Juárez

P. D. Sí no les funciona el idealizar y pensar en el futuro, una buena novela bien nos puede regalar un mundo paralelo para dejar de pensar en nuestra propia existencia; pero cuidado, si caemos en la cuenta de que la vida de los protagonistas es mejor a la nuestra, bien podríamos suicidarnos.