miércoles, noviembre 24, 2004

Nativitas

Nativitas

En la radio se dejan escuchar ya los cintillos publicitarios en cuenta regresiva, las calles y avenidas principales se iluminan, se le hace agua la boca a los organizadores de convivios, los pobres compran y los ricos venden; esto, nos anuncia decembris, el décimo mes según las cuentas de los antiguos romanos, duodécimo del calendario que rige desde 1582 cuando el Papa Gregorio XIII con la ayuda de los astrónomos Luigi Lilio y Cristóbal Clavius ordenó la reforma del calendario Juliano. Con él, llega el consumo, la borrachera, la endeudada, los cuetes, el desorden alimenticio, el frío, el ponche, los embotellamientos, la invasión de los centros comerciales, los villancicos, los reencuentros familiares, días de descanso y la nativitas.

Navidad, diminutivo de natividad, el natalicio de Jesucristo, es el culmen de diciembre. Si bien es cierto que el nacimiento de Jesucristo no es el 25 de diciembre, que es una fiesta que impuso la iglesia católica para opacar la festividad la fiesta del nuevo sol, o sea la Natalis Invicti, como se decía entonces. El culto al sol estaba en gran auge por el mitracismo en el siglo IV. Así fue un gran honor para los emperadores del siglo tercero, entre ellos Aureliano, quien erigió un gran templo en honor al sol en Roma en campo Marcio, teniendo como símbolo el sol. La fiesta por excelencia del sol fue así el solsticio de invierno en cuanto representaba la anual victoria del sol sobre las tinieblas y caía el 25 de diciembre.
Los sacerdotes cristianos obviamente vieron esta decisión como doblemente meritoria: usando la antigua costumbre y la fecha de esta festividad popular pero cambiando los ásperos ritos paganos en una más civilizada conmemoración.
La primera mención al nacimiento de Jesús viene desde el año 354. Gradualmente las iglesias Cristianas, a excepción de los Armenios (celebrando el 6 de Enero qué para otros es la fecha del bautismo de Jesús y el día de los Tres Reyes Magos), aceptaron esa fecha. En la tradición Inglesa/Norte Americana el Día de Navidad es el día de Santa Claus, en la tradición Alemana/Escandinava la Víspera de Navidad está reservada para los presentes.
Lo que menos importa es el origen, ya que al parecer a los sacerdotes cristianos de aquellos años de incipiente numeración, el paso del tiempo y la modernidad les ha burlado sus prístinos y puros deseos de catolizar la fiesta pagana del fin de diciembre. En este siglo la navidad es más pagana que el día del niño, institucionalizado por las naciones unidas el 20 de noviembre de 1959.
No quiero parecer moralista. Si usted no cree en Dios y en el nacimiento de Jesucristo, creo que probablemente le venga del norte. Ahora bien, si le viene del norte, si le parece irónicamente magnífica la situación actual de la navidad; creo que el hecho de una buena convivencia familiar y una buen descanso en compañía de seres queridos no le provoca tanto escozor.
Piense por un momento en diciembre, déjese llevar y visualice los días entre el 20 y el 25. Fatal verdad. Caos vial, congestionamiento en los centros comerciales, borracheras, descontrol estomacal, deudas, niños corriendo en la casa, manitas endulzadas que dejan miel en lugares insospechados, el vecinito que inicia a quemar cuetes de uno en uno desde mediados de noviembre, uvas que sobran, manzanas a medio comer, visitas indeseadas, resaca.
Si cree que le voy a dar la receta mágica para evitar todo esto, creo que está leyendo de por gusto. Contrario de imponer, le sugiero algo: quiérase y quiera a los demás. ¡Ponga buena cara hombre! Sí, con la suegra o con la tía intransigente cuesta, recuerde lo difícil que es para aquellos mortales que ya tienen en la alforja un bagaje añejo. Mudar de opinión y brindar la posibilidad al cambio o a la pertenencia de opinión a los demás, debe de ser difícil. Pareciera que la obstinación y la intolerancia se acrecientan con la edad.
Qué le parece si cultivamos la paciencia, la tolerancia, el diálogo, que sí usted no cree en Dios ni en el nacimiento de Jesucristo en su corazón, que nazca entonces un espíritu de ser mejor persona, mínimo.
Lo que sí le ruego es que no compre más de lo que venda. No gaste innecesariamente. Recuerde, en las festividades la gente de éxito vende hasta fotos de su abuelita y los sempiternos pobres compran más de lo que pueden adquirir. Voy terminando con un dicho de mi bisabuela: El que piedras pinta, piedras vende.
Pinte las piedras que le causan sus familiares, los vecinos, los peatones, los centros comerciales y véndalas; transfiéralas a cambio de sonrisas, bienaventuranzas, una buena copa de vino, un delicioso tamal y ¡salud! Que se les vuelva sangre o costumbre.


Edwin Enrique Soria Juárez

viernes, noviembre 12, 2004

Persona

Persona

Esta es una de las palabras que en latín y en español se escriben igual. Según el DRAE, una persona podríamos decir que es un individuo de la especie humana, un hombre o mujer cualquiera, un hombre o mujer con capacidad, disposición y prudencia. Tener excelentes prendas o cualidades humanas.

En estos días que circulan, así como se da el título de bachilleres, de licenciados, de maestro o de doctor. Se debería de implantar un programa de titulación de seres humanos como personas, ya que está de moda el dar títulos y cartoncitos.

Un ser humano podemos ser todos, una persona pocos. Una persona es aquel, como bien dice el DRAE es un individuo con excelentes calidades humanas. Es aquel que según Santo Tomás es un virtuoso. Cuando me refiero a alguien virtuoso, no hablo de la virtud en origen latín; es decir, no hablo de la actividad o la fuerza para producir o causar efectos. Me refiero a la disposición constante de integridad de ánimo y bondad de vida; es decir, un espíritu dispuesto a las acciones que no riñen con la ley moral.

En suma, “una persona con el justo sentido de la los extremos, que pueda tener la templanza necesaria para actuar equitativamente”. Algo que podríamos llamar una balanza humana de acciones justamente balanceadas. Una persona de acciones apegadas al recto modo de proceder. Como quien dice, ni mucho, ni poco.

Viéndolo desde esta perspectiva resulta difícil poseer el título de persona. Habrá que cultivar cierta cantidad de mesura en cada una de nuestras acciones. Incluso, en el sentido de la responsabilidad, de la ecuánime convivencia entre el trabajo y el ocio, entendiendo este no como un tiempo sin oficio ni beneficio; más bien, como la actividad que nos lleve a cultivarnos en los momentos en donde estemos liberados de las actividades rutinarias y cotidianas del oficio que hemos elegido como el generador los bienes necesarios para sobrevivir.

Alguno dirá que todo esto es relativo. Claro, es relativo, sino se pensara en que las opiniones en estos días actuales son relativas, no estaríamos en la pos modernidad.

Ahora que lo plasmo, que materializo mis ideas. A priori veo lo difícil que me será decirme una persona. Imagino lo difícil que será, para aquellos mortales que ya tienen en la alforja un bagaje añejo. Mudar de opinión y brindar la posibilidad al cambio o a la pertenencia de opinión a los demás, debe de ser difícil. Pareciera que la obstinación y la intolerancia se acrecientan con la edad. Más difícil entonces en llegar a ser una buena persona humana y añeja. Difícil reto.

Edwin Enrique Soria Juárez