viernes, febrero 17, 2006

Respondere

Amigo Felix,

Vamos por partes:


Antecedentes: En su momento tuve un Walkman para discos compactos: era mi adoración. Luego disminuyeron los viajes en bus, caí a ser choferote a transitar por las carreteras, hay veces que canto la canción de los camiones y me creo el Rey de los Caminos, la sátira me viene muy bien, más cuando me río de mis propias nimiedades. Vino entonces que logré conectarlo al viejo radio del carro con un adaptador de casete y pasé el sonido hacia las bocinas del carro y felices todos.

Voy a por tus respuestas.


Sé que tenés uno, recordás que te lo pedí para ver en la Biblioteca, pues esa fue la primera vez que tuve un ego en mis manos en tan pequeña presentación.


Creo que mi relación con este aparatito es de amor-odio, confieso que me gusta la tecnología, no puedo mentir sobre esto. Puede que sea cierto que como no tengo plata para comprarlo sea envidia. El que esté libre de tecnología que tire la primera piedra.


Vamos ahora a la actitud hipócrita y egoísta. No creo estar fingiendo, realmente me divierto, me agrada reírme, burlarme y aparentar la crítica polarizada cuando sólo intento puyar algunas panzas para crear polémica. Mea culpa. Al egoísta no lo veo en este post en particular, pero creo que tratándose de un lugar en el que pretendo que se me lea, tiene mucho de egocéntrica mi actitud.


Lo que si no creo es que esté adoctrinando, no creo que mis puntos de vista sean verdades completas ni que sea yo propietario de la absoluta verdad. Siempre existen tres verdades, la mía, la tuya y la verdad verdadera. Esa verdad, esa esquiva verdad es la que me empuja y motiva, esa verdad.


Por último, sé del aparatito como vos decís un buen poco, es porque le pregunté al Doctor Sabelotodo (google). Es decir que si voy a hablar de algo es porque estoy medianamente empapado de él.


Pensándolo bien, sí quiero uno, deseo un pequeño ego para saber si soportaría vivir al lado del que ya tengo, de mi mujer, de mis libros, de mis notas, mi colección de estampillas postales, mis fotos y mis nimiedades.


El Quique.

jueves, febrero 16, 2006

Iuncta

Relámpago y Lucero. Machos vacunos, castrados para desarrollar músculos. A su tiempo; despacio pero seguros, arrastraban a diario las trozas al aserradero. Nadie en el pueblo había conocido pareja más tranquila, fuerte y trabajadora. Tres yuntas habían hecho trizas y no porque fuera descompasado su andar.

Un día Lucero cayó allá por la pila de San Jullián. Relámpago jaló cien metros nada más, hasta que cansado cayó en cuenta que Lucero no trabajaría más.

El Sapo es el nuevo compañero de Relámpago. Dos días han tratado de que trabajen juntos. Relámpago, al llegar a la pila cae recuerda a Lucero y confía en que el Sapo lo arrastre cien metros.

Prefirieron dejarlos pastar. Al liberarlos, El siempre impasible Relámpago empujó al Sapo, una vez, otra vez y otra. El Sapo se alejó unos cuatro cuerpos, volteó a verlo y arremetió hacia el Relámpago. Aquel melancólico buey alzó la mirada y esperó una certera cornada en el cuello sin moverse un solo centímetro.

Edwin Enrique Soria Juárez