Insisto, la lluvia hace cosas grandes, colosales como estragos y felicidades. El frío nos orilla a unirnos, a cerrar filas y por qué no a besar y abrazar.
Edwin Enrique Soria Juárez
P. D. Feliz mes del padre Viejito. Sabés que te aprecio.
Insisto, la lluvia hace cosas grandes, colosales como estragos y felicidades. El frío nos orilla a unirnos, a cerrar filas y por qué no a besar y abrazar.
Edwin Enrique Soria Juárez
P. D. Feliz mes del padre Viejito. Sabés que te aprecio.
"Las madres, son los mismos manantiales de vida; siguen siendo las mismas, ayer y ahora. El cáncer de la humanidad: Los políticos. Animales que reaccionan al arengarlos con el petate del muerto que amenaza en quitarles el poder, el dinero, la fama y la gloria: el vulgo. A dichos personajes el calor del poder y la gloria les produce demencia o tendencias sexuales que rallan en lo estrambótico, lo ridículo. La humanidad sigue siendo la misma, más educada y estudiada quizás, a ratos más ignorante, pero perversa y morbosa por igual. Pero siempre, hay un atisbo de luz, en los ojos de los hombres justos; en las madres y en ellos, reposa la esperanza para un mundo mejor."
Felicidades Rita y Renato.
Edwin Enrique Soria Juárez
Del arte de hacer leña del árbol caído o de cómo hacer mierda lo que no compartimos o de el gran ego que poseo y que en ocasiones no puedo acallar…
El tema de la opinión personal, es sin duda una cuestión que lleva años en las mentes de los arduos y sudorosos padres del derecho universal, un escaño por demás escabroso, plegado de barbaridades o perpetuas sapiencias vertidas en blanco y negro en pulpa de árboles.
Es así como en ocasiones —dependiendo del tema de los desengaños, más o menos frecuentes—, suelo ser indiferente, en el mejor de los casos. Sin embargo, cuando creo tener la razón —como expuse en el primer párrafo— hago un ataque sangriento y tupido, al acto o la opinión de ciertos eventos. Me es difícil a veces, concebir que las personas a las que tengo en estima, difieran de los gustos que profeso, partiendo desde el mal hábito —calificado así por un entrañable amigo— de la lectura y escritura, hasta llegar al disfrute de un simple y mezquino viaje de vacaciones.
Analizando mis actitudes y opiniones, con la mano en la conciencia —sea donde eso quede—, tiendo a ser irascible —histérico no podría, debido a la falencia de matriz en mi organismo— más bien contundente, en mis ataques e insinuaciones acerca de lo que no me agrada.
Es de esa manera que he dañado muchas de mis relaciones interpersonales, por no contabilizar a las personas a las que les he faltado a su derecho de libertad; sin embargo, por más que trato, no puedo dejar de practicar ese acto de egocentrismo poseedor de la verdad, propia a todas luces, no absoluta en lo más mínimo, pero sí amalgamada en lo más cavernoso de los laberintos de mi casi imperceptible sapiencia.
No obstante, el hecho que me lleva a picar con mis dedos el teclado, es la pregunta existencial —aunado con la válvula de escape, que escribir me produce— de si conservar o no la actitud; debido a dos palillos de dientes que como pilares sostienen mi tesis/testarudez: el callarlo, lo cual conlleva el daño al tragar estoicamente mis rabietas y la libertad que tengo de opinar e influenciar en las personas que aprecio.
Quizás el presente texto no lleve a nada, más que a una pésima dialéctica de púber; sin embargo, me preocupa el no poder salir de este ardid y acudir al mismo cada vez más, aunado con la casualidad de que al opinar de forma virulenta sobre las actitudes o gustos ajenos, con cierta certeza llego a predecir el infortunio de las premoniciones vertidas; convirtiéndome en un mal agüero, en leñador de árboles caídos por la desgracia o un simple artesano a destajo, de heces fecales que llueven luego en las actividades de otros.
Del arte de hacer leña del árbol caído o de cómo hacer mierda lo que no compartimos…
…y sugieren los ancianos del pueblo, los economistas e inversionistas extranjeros, que no era un chaman, un brujo, estadista, economista o médium. Sin embargo, tenía la capacidad de acertar en los fracasos de los demás. Es por eso, que la gente ya no lo visitaba como consejero para ayudar en los casos perdidos, sino como un simple agorero de proyectos con tendencias al fracaso; como guinda en el pastel, luego de que los estudios de mercadeo predecían chascos. Que su sabiduría no era tal. Él era abono para flor de muerto, un jardinero de terrenos baldíos, de estepas con futuros desérticos…
La identidad, es la capacidad o la cualidad de ser idéntico; además, según del derecho, es el hecho de ser una persona o cosa que se supone o se busca. La autenticidad, por su lado, es la calidad de ser auténtico, que a su vez es alguien acreditado de cierto o positivo por los caracteres, requisitos o circunstancias que en ello concurren, todo esto relativo a lo idéntico, que viene siendo algo muy parecido a otra cosa o persona que se compara.
mamífero/humano/social/americano/latinoamericano/
centroamericano/guatemalteco/capitalino/moreno/estrato/
social/medio/estudiante/universitario/trabajador/asalariado/inconforme
Edwin Enrique Soria Juárez
¿Y los Jóvenes?
¿Dónde los estás buscando?
Como de costumbre, la mayoría de veces hablamos y exteriorizamos nuestras opiniones sin antes haber tratado de ahondar en el tema o únicamente con lo que nuestra vista alcanza a ver.
En cuestión de tres Domingos consecutivos –6,13 y 20 de Mayo- escribió acerca de la indiferencia de los jóvenes y una catarsis que esto le produce, así como de la situación imperante en el país.
Un claro ejemplo lo podemos tomar de las aulas de
Aquí se vive el fenómeno de la sobrepoblación, le pregunto a él ¿Sabe qué es recibir clases en un aula en donde está destinado el espacio físico para un aforo de cien alumnos y que en la materia estén inscritos cuatrocientos?.
Se vive el problema del tráfico; un ejemplo es, que para poder asistir a clases por la noche a veces es necesario iniciar la romería hacia la “U” a las cuatro de la tarde, ya sea para poder conseguir parqueo o un lugar en la camioneta del que no se tenga que desarrollar habilidades de mono e ir literalmente colgando.
Y así, podría enumerar todos y cada uno de los problemas nacionales e identificarlos con la problemática del estudiante de
Lo cierto es que esta mi gente de
Ahora si digo yo “¡Pajas! ” como dice su artículo del día Domingo 13 de Mayo, ya que esta población estudiantil, se tiene que esforzar para poder sobrevivir, para poder aspirar a una posición económica estable y no regresar su lugar de origen “con la cola entre las patas”, es por eso que la juventud de hoy día no se ocupa tanto de esto, porque tienen que rajarse el lomo para poder salir adelante.
Y sí estos patojos tuvieran un espacio en donde expresarse, en donde poder decir lo que sienten y sufren a diario y que además, tuviera circulación fuera de
Y para no parcializarme le diré que efectivamente, existen Jóvenes aunque pocos, que se preocupan por la problemática del país, que están en asociaciones estudiantiles, en grupos de teatro, de denuncia, etc., pero también es cierto, que es menor aún el porcentaje que lo hace con el real afán de servir a la patria, los hay y lastimosamente es la mayoría, que se prostituyen y utilizan ese tipo de movimientos para escalar políticamente o aprovecharse económicamente de la posición que alcanzan.
En conclusión, mi idea –obviamente cada uno tendrá la suya- es que la razón medular de la ausencia de los jóvenes en el ámbito político es porque no existen o son muy pocos los espacios en donde expresarse.
Hagamos memoria; ¿Cuántos son los patojos que tienen la oportunidad de hacerlo desde una tribuna a escala nacional?, ¿Cuántos son los patojos que logran hacer algo desde unas tablas como lo logran hacer algunos grupos de teatro o musicales?; ¡Realmente pocos! o dicho de otra manera ¡Casi nadie!.
Mi punto de vista creo que ya lo he expuesto, lo único que falta es ver ¿qué piensan ustedes? y como no solo es de criticar, qué proponemos para salir de esto; recordemos que en un futuro no muy lejano seremos nosotros o contemporáneos nuestros, los que gobiernen el país.
Edwin Enrique Soria Juárez
Estudiante de Ingeniería
La gente anda algo… más despierta quizá, el ambiente da para mucho. Me encantan las mujeres, mi esposa lo sabe y se hace la desentendida por las mañanas cuando veo por las mañanas a las mujeres en traje sastre, con faldas coquetas y piernas erizas por el frío.
Realmente adoro la lluvia y las mañanas lluviosas de la capital. Son distintas a las que veía en
Todos estos movimientos matutinos me recuerdan el tiempo de estudios en el colegio Don Bosco. Me gusta tanto este ambiente que mi relato llamado Preámbulo se desarrolla en ese contexto, mañanas de colegio, colegialas en falda, faldas coquetas, coquetas las mujeres, mujeres trabajadoras. Bello, fascinante.
Lo único que le falta a este tiempo son los zompopos. Los famosos zompopos de Mayo que brotaban de la tierra o caían del cielo, maravillarme de la naturaleza en medio de la jungla de concreto y asfalto de la ciudad de Guatemala. Zompopos tardíos que luego fueron “saliendo” en junio y hasta julio en algunos años y el apellido de “Mayo” quedó en el recuerdo nada más. Este año no han caído, los extraño. El lunes de la semana pasada fui a la costa y me quedé maravillado que en la autopista Palín-Escuintla estaban presentes estas hormigas de gran tamaño, estos zompopos eran recogidos por la gente que detenía el vehículo en la orilla de la carretera y pepenaba uno por uno a estos bichitos.
Recuerdo las luchas a los que sometíamos a estos insectos. Se solía pintar a uno con corrector blanco en la espalda. No sé si por el agravante de ritual que conllevaba esto, pero era el que siempre ganaba. Y los culitos de zompopo dorados con ese sabor a mantequilla acomodadas todas las chibolitas —por no decir culitos y sonar vulgar— con tortilla de maíz recién salida del comal y un poquito de sal.
Me encanta cuando la vida me da estos premios, más ahora que amanezco abrasándola, sintiendo esa temperatura de cariño. No cabe duda, soy feliz.
Felices lluvias matutinas, felices preámbulos…
de Preámbulo
… A través del vidrio de la ventana empañada, miro cómo te apresurás y corrés graciosamente, cuidando no mojarte. Sosteniendo delicadamente esa pequeña sombrilla floreada, alzás la vista y le hacés señas de parada al conductor de este tropel de ciudadanos…
En los últimos días, debido a la batalla campal a través de correos electrónicos generados por algunos de los amigos más cercanos y entrañables con los que he cultivado una gran amistad, la cual deseo seguirla teniendo —con toda la intención que el sentido de pertenencia me permita—, he descubierto que somos intolerantes, cercenadores de la opinión e irreverentemente soberbios. Subrayo el somos.
En ciertas ocasiones tendemos a ser más papistas que el papa —sin querer destapar con esto la olla de los grillos, nada más como un dicho coloquial y de uso frecuente—, y peor aún, más animales que los pocos dispuestos en la selva petenera.
La tendencia a la desacreditación (disminución de la reputación de una persona) debería ser considerada un acto de violencia, al igual que la tendencia al convencimiento. ¿Es más lícito acaso, escribir nada más y que el que le ronque la gana que lea? Quien sabe. Lo que sí es cierto, es que nuestra opinión/convicción la defendemos a capa y espada; pero, habitualmente sólo la historia dirá si teníamos o no la razón. La imparcialidad es un fiasco, bien decía Oscar Wilde: Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan, sin duda por eso mismo las opiniones imparciales carecen de valor y las opiniones con interés son tan apegadas a la miopía. Mi. Mi. Mi. Mi. Yo. Yo. Yo. Egoísmo. Narcisismo. Ingratitud. Egocentrismo. Aislamiento.
El otro problema, es que le tememos a un cambio de opinión generalizado, es acaso porque ¿embate de frente a nuestra tranquilidad? Un sabio para la guerra, Napoleón Bonaparte, decía que no hay que temerle a los que tienen otra opinión, sino a aquellos que tienen otra opinión pero son demasiado cobardes para manifestarla. ¿Acaso será que debemos temerle más a los cobardes en todo sentido? ¿Qué tan cobardes somos? ¿Qué tanto temor debe de tenernos el mundo?
Muy probablemente el acertijo está en ser lo que deseemos ser, recuerdo ahorita a Lewis Carroll en Alicia en el País de las Maravillas: <
Aunado lo anterior a la tolerancia de opiniones distintas a las nuestras y el no temer expresar nuestras propias opiniones, nos debe de llevar a la pacífica convivencia. Es decir, no temerle a la censura y luchar contra ella, aún más cuando se trate de alguien a quien respetamos y apreciamos. Tanto la intolerancia como la censura son sinónimos descrédito, menosprecio, minimización: violencia.
Espero ansioso el día en que pueda tranquilamente tolerar. Espero vehemente el día en que todos podamos expresarnos sin censura, sin miedo. Anhelo los tiempos en que podamos vivir sin violencia, aunque la historia proyecte lo contrario. No demos ultimátum, no amenacemos, no violentemos, que nuestro merecido nos dará en algún momento la vida y luego no culpemos a nadie de lo que no posee nuestra existencia.
Perdón, sepan tolerar.
…si su vida no está llena de poesía no culpe a la vida, cúlpese a usted.
Rilke
Pobres hombres necios
jadeantes violentos
mendigos de atención,
faltos de inocencia infantil.
Absurdos saturados de insensatez
achacosos despilfarradores de energía en luchas de poder
faltos todos, de la bendición de la soledad
miren hacia los niños, que nada les importa,
ni sus estúpidas luchas, sus insignificantes preocupaciones,
sus mínimos trabajos.
Edwin Enrique Soria Juárez
Vivimos en una jungla. La abundancia del dinero da la posibilidad de “ser”, a través de obtener objetos fálicos -que van desde un carro grande/potente hasta un arma- “un ciudadano influyente y todopoderoso”, un “león que ruge y delimita su territorio”.
El fin de semana recién pasado en la entrada a
Iniciaré diciendo que
¡Vayan ustedes a creer que el honorable ciudadano se molestó!. Avanzó por la derecha a toda velocidad y paró su potente vehículo adelante del mío impidiéndome el paso. En estas situaciones la prudencia priva ante cualquier intento de machismo o adrenalina.
He de contarles que bajó el piloto del flamante/potente vehículo todo terreno, me formuló algunas preguntas para averiguar si este maleducado joven que les cuenta la historia estaba ganoso de tener problemas. Obviamente mis reacciones fueron: no salir del vehículo y contestarle desde mi vehículo -menos costoso que el de él-, que mi intención no era morir, mucho menos tener de cerca el arma que muy oportunamente se encontraba renuente a salir de una mariconera, en donde el portador de la misma la tenía agraciada y celosamente guardada.
El susto nadie me lo quita y tampoco el derecho de escribir este inútil desahogo. Además, deseo lanzar unas preguntas y rectificar lo que hace un buen tiempo escribí acerca del temor.
En el caso hipotético de que el arma que el Señor portara fuera legal:
¿Hace el DECAM (Departamento de Control de Armas y Municiones) un estudio psicológico de las personas a quienes les extienden licencia para portar arma?
¿A dónde iremos a parar cuando todos portemos armas, sean estas legales o ilegales?
¿Qué me defiende de la agresión de un portador de arma en el momento que mi vehículo o mi persona sean un obstáculo para su “libre locomoción”?
Termino con esto:
Trilogía del Temor
Hay tres cosas a las que un hombre sensato puede temerle:
a un Idiota capaz de ser presidente,
a un necio con un arma en la mano,
y a una mujer con el deseo a flor de piel.
Edwin Enrique Soria