jueves, junio 23, 2005

Identitas

Revista Literaria Mis Escritos
Año 1 - Nº9
27 de ENERO de 2004
Desde Lanús, República Argentina

Identidad o autenticidad ó Identidad Auténtica

La identidad, es la capacidad o la cualidad de ser idéntico; además, según del derecho, es el hecho de ser una persona o cosa que se supone o se busca. La autenticidad, por su lado, es la calidad de ser auténtico, que a su vez es alguien acreditado de cierto o positivo por los caracteres, requisitos o circunstancias que en ello concurren, todo esto relativo a lo idéntico, que viene siendo algo muy parecido a otra cosa o persona que se compara.

Partiendo de que la sociedad y la psicología de masas –igual o equivalente a una política de empresa- nos exigen poseer una “identidad auténtica”, siempre y cuando nos nivelemos a ciertos parámetros establecidos para así ser aceptados.

Citando a Juan Carlos Arroyo Gonzálezlo "idéntico" puede resultar un concepto equívoco y más bien habría que hablar de afinidades y no de igualdades”, partiré de la práctica necia de llamar a la identidad personal como tal.

Algunas de las preguntas que me motivan en este escrito, es el hecho de que a acaso estamos condenados y obligados a ser ladrones, ya que al nacer, todo estaba ya escrito, dicho, dibujado y formado, con lo cual somos orillados y predestinados a ser un poco de muchos y mucho de pocos. O peor aún, el hecho de que no somos nadie, no somos nosotros porque en realidad no existimos nada más que en nuestra mente.

Viendo en primera parte, el hecho de que desde la forma de transmisión de ideas y pensamientos, estamos supeditados a un lenguaje; mismo, que no construimos nosotros; a una forma de ser y comportarnos, regido por la sociedad en la que nos desenvolvemos; a utilizar inventos, formas y formulismos para todo, en los cuales no tuvimos ni la menor ingerencia, ya que muchos de estos, son tan antiguos como la historia misma del hombre o tan modernos que en determinado momento no tenemos el alcance para saberlos todos, ni siquiera el origen de los mismos.

Un ejemplo claro es cualquier tema del que se quiera discurrir, tarea que se quiera realizar o idea que se necesite discutir: siempre hay alguien que ya lo hizo, lo único que hacemos es revolver la masa grisácea de la humanidad y rebuscar algún significado o creencia que nos parezca cómoda para así adquirirla.

Es decir que la identidad colectiva no es otra cosa que el conocimiento de la sociedad, el cual ya está predeterminado, asemejando un interminable fractal llamado cultura y su identidad más mínima: un cerebro humano o un libro (que a la larga puede ser lo mismo).

De esta manera, el reencontrarse con uno mismo, no es otra cosa que reencontrarse con los índices y cánones de la sociedad, que nos permiten tal o cual actitud en una situación determinada, algo así como la etiqueta, como la regla que dice que debemos andar con el vehículo o como peatones por la derecha en los países de América.

Acaso la identidad entonces, es nada más que la búsqueda de la aceptación, el empeño de entrar en determinada escala del catálogo humano, una clasificación, una cosificación del alma, una simple, vil y llana taxonomía social. Que triste suena, que pobreza mental, social y racial en la que entramos.

Entonces, la realidad de la originalidad según los sociólogos y sicólogos, resulta ser nada más y nada menos que la capacidad del ser humano para aprender y aprehender modos, maneras, costumbres y malas mañas. Donde está entonces el alma, la originalidad de cada uno de nosotros como entes celestes que somos –sin caer en ninguna clase de religiosidad- o como existencias únicas.

Acaso entonces, es tan triste nuestra propia existencia, en el caso de que a como está la humanidad, a estas alturas de la historia, no podemos hacer nada por nosotros mismos, que todo está dicho y hecho, que nada más somos modificadores de la verdad – un término por cierto, tan endeble y subjetivo-, peor aún, que ni siquiera somos nosotros mismos, sino somos una copia única, un compendio original de toda la humanidad, dicho sea de paso, de cierta parte de la humanidad y su cultura; en donde, uno de los posibles ordenamientos en donde podría yo encajar sería:
mamífero/humano/social/americano/latinoamericano/
centroamericano/guatemalteco/capitalino/moreno/estrato/
social/medio/estudiante/universitario/trabajador/asalariado/inconforme

Este ejercicio, me recuerda la trilogía de películas de los hermanos Wachowski The Matrix”; qué, acaso no es eso la sociedad, un ente que nos empuja a ser de tal o cual forma.

Es entonces, que la búsqueda de una “identidad auténtica”, nos convierte en simples registradores de la historia, no es nada personal, al contrario, es la necesidad de localizar un espejo el cual no nos deforme, o en último extremo, no nos convierta en algo grotesco, una visión capaz de ser sostenida en las retinas de los demás; es decir, la reducción de la potencialidad que tenemos de ser dioses, a simples candelas de altar, utilizadas para iluminar al santo de la sociedad aceptable, de la cordialidad, el decoro, el amor y la paciencia potenciada en tolerancia.

Pobres de nuestros clasificadores, que se devanan el cerebro con ciencias puras, etimológicas, filológicas, filosóficas y de vanas repercusiones en el universo. Pero hay de aquel inclasificado, inadaptado, aquel que ose salirse del molde, la bacinica o el artificio que haya usado el/la/los sociólogos/sicólogos/sicópatas/mercadólogos/sectas/religiones/agrupaciones/ porque réprobo/infeliz, y vivirá el resto de su vida en el infierno/sociedad paralela/inframundo/chabolas/sectores marginados/ cosificado y clasificado como inadaptado.

Qué tristeza, seres especiales, íntegros, esenciales, únicos, porque no seréis aceptados, y viviréis en conflicto interno, en trauma psicológico, por tratar de ser nada más, que ustedes mismos.

Edwin Enrique Soria Juárez

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