domingo, mayo 14, 2017

Identĭtas


Ser extranjero implica identidad distinta. No somos iguales a nadie. Por ende, no somos idénticos. Quizá tenemos ciertos rasgos semejantes que compartimos con nuestros cogéneres. Ya no compro la publicidad del 100% Chapín, no compro, por lo tanto, la defensa a ultranza de la invasión extranjera. Valga la aclaración que, en el sentido de extranjería, cabría no sólo ser un extranjero por ser de otro país, también de otra región, otro pueblo, incluso otra casa, aunque esta fuera vecina en la misma calle. Un étranger, de donde viene la palabra, podría quedarse corta con el sentido real de ser un foráneo, se puede ser un extranjero al tener otra identidad. 

No conozco tanto mundo como quisiera, suerte he tenido con un poco de Norteamérica –no América, a secas como pretenden los gringos–, Mesoamérica y el Caribe. La impresión que tengo a eso se reduce, a esas pequeñas visitas al mundo exterior. Así que podría pensarse que desde el punto de vista de la muestra es parcializada. Somera y local. Nada cosmopolita, dirán algunos.

La identidad también es referente a la localía, relativo a la miope visión, cerrada, cubierta, muy poco profunda. Está también ligada en el imaginario a una sola cosmovisión, también a la cegada creencia en que exista una identidad nacional única y repetible. Eso provoca en ocasiones la adoración a la no invasión de un hábitat, un estatus quo que añoramos por el miedo a lo desconocido.

En cualquier caso, el leitmotiv de regresar a estas letras y escribir sobre la identidad, la extranjería o la localía, es esa convicción que existe de reducir algo tan complejo segregando los tres términos de clasificación antes expuestos a algo tan simple por miedo a entender la complejidad.

Cuanto más nos acercamos, cuantos más aumentos hagamos dentro de la identidad de algo humano, nos daremos cuenta de que es realmente una mandala, el centro de universos paralelos, lejanos y cercanos. Un taimado complejo, complicado, lleno de matices de múltiples aportaciones. Una serie infinita, densa, poblada. Una sucesión matemática de convergencia en un límite L no determinado con números enteros, más bien fracciones infinitas de universos macrocósmicos paralelos, concéntricos en diminutos microcosmos. 
 
Una identidad puede tener raíces de todos lados. Como la identidad de un guyanés, con raíces de caribes, arahuacos, españoles, holandeses, ingleses, indios y chinos. Quizá no tendrá sangre de cada una de las nacionalidades o identidades descritas, pero vive en una identidad con todos esos matices.  

La identidad en estos tiempos globales también es una ilusión. Me viene a la mente una imagen de un reciente viaje al triangulo Ixil: una madre indígena usaba su traje regional, sus hijos usaban ropa de segunda mano importada del Norte y caminaban hacia arriba de la montaña sobre senderos de tierra, luego de una jornada para recolectar leña, la cual llevaban compartida todos en mecapales, uno de ellos escuchaba música con unos audífonos Beats que seguro le envió algún pariente que trabaja en el Estados Unidos. ¿Qué identidad tiene? ¿Estará perdiendo su identidad? ¿Es culpa de la invasión extranjera su pérdida de identidad? ¿Será bueno o malo? Depende del prisma que deseemos colocarle a nuestra visión.

Todo puede ser puro visto desde lejos.

La identidad puede ser una diáfana idea o parecer un sólido bloque de costumbres milenarias, un único espejo en el que nos miramos. Un remanso donde sentirnos seguros, idénticos a nuestros semejantes, sentirnos locales y no ser extranjeros. Sí, puede ser eso visto a la distancia, pero sin hacer aumentos en su trama.

Esto no quita la importancia de saber de dónde venimos, conocer nuestra historia y determinar que nuestra identidad es poliédrica y plural, entender que somos extranjeros y locales a la vez.


Edwin Enrique Soria Juárez


Bonus Track: El Extranjero de Enrique Búnbury



La Isla de la Fantasía

Mis queridos huéspedes,
soy su anfitrión el Sr. Roarke,
bienvenidos a la isla de la fantasía.

Esta sería la frase perfecta, con ella debería de recibirse a los Animales de Proyecto cuando arriban a la Isla. Cada quien viene por un sueño, una fantasía que cumplir. No hay un Ricardo Montalván pero sí un Puertorriqueño que bien le caería el papel.
Poco queda, por no decir nada, de lo que en el 2005 enviamos a la isla. Tampoco está ya el original contenedor que servía de laboratorio. Uno nuevo lo reemplazó por allá del 2010. Quedan sí, muchos de los que en aquel momento vinieron por primera vez o de los que ya estaban en la isla cuando venimos. Aquellos de la herencia de CBI y los años dorados de la fabricación de lo que es ahora la terminal. Ahora con bandera de GEC como constructores.
de la serie 70. Las calles siguen siendo las mismas angostas de siempre y el modus vivendi de los habitantes no cambia. Las cabras y las gallinas siguen siendo silvestres. Sigue saludándose desde el carro a quien se te ponga enfrente, aunque sea la primera y última vez que lo veás. Los cañones siguen apuntando al mar desde el fuerte y las ventanas de madera siguen siendo una belleza, al menos para mis ojos. El restaurante Chino sigue en el mismo lugar y el de hamburguesas también. Sigue tronando la bachata al terminar la jornada, y al ingresar al restaurante Chino me siguen ofreciendo las mismas Tli Jaineken, de siempre. Aunque ahora entre solo. El Daihatsu suplantó al Ford, pero tiene ese mismo olor a obrero que no puede con nada, por muchos arbolitos aromáticos que se le pongan, esa mezcla de sudor y petróleo, de trabajo duro y desvelo, de Heineken y Hennessy, de overol y casco, de Animal de Proyecto.
¿Qué hacer? No mucho. Beber cerveza, salir a correr, ver televisión y (ahora que hay internet) comunicarse con la familia allá en Venezuela, Perú, Guyana, Argentina, Trinidad, o Centro América de donde proviene la mayoría. Eso es lo que hacen los expatriados que tienen la oportunidad de venir a trabajar acá. Gerentes de Proyecto, soldadores, bodegueros, electricistas, operadores de grúa, etc.
Los viernes, día de pago. La locura por la tarde. Ir al comercial para abastecer la alacena, enviar la plata a la casa, beber cerveza y visitar a las trabajadoras sociales que tuvieron que aprobar para disminuir el estrés de los animales de proyecto enclaustrados en esta su Isla de la Fantasía.
Aunque no lo crean Tatoo vive acá, claro que de francés tiene nada más el vocabulario y lo agrandado. Hervé Villechaize acá se hace llamar Tun Tun, que para ser un Escuintleco le asienta mejor que Hervé.
Proyectos más, proyectos menos, este será el devenir de la isla con sus apenas 21 kilómetros cuadrados, que cada fin de año llega a su etapa final de trabajo como sucedería en la serie de televisión. El Animal de Proyecto que le toca descanso de fin de año, luego de períodos de hasta diez meses subirá al avión con las maletas cargadas de añoranzas, de emoción por encontrarse de nuevo con la familia, una locioncita para la mujer, unas playeritas para los patojos, un aparato para medir la presión para la mamá, una picardía para la casera, un par de lentes oscuros y la esperanza por ser elegidos nuevamente para el próximo proyecto. Para estar en el lineup de algún Mefistófeles para abordar el DHC-6 Twin Otter 300 que los traerá a la Isla, piloteado aunque sea por el fantasma del mítico Capitán Pipe, un pionero e histórico aviador por estos lares, por aquello de que les toque hace escala en la isla de Saba.
Unos regresarán en enero, otros nunca. Aunque esta isla tiene algo, un vínculo con cada trabajador que ha venido. Eso lo supe cuando me despedí la primera vez que regresé a casa, con unas líneas algo trilladas de despedida. El Administrador de ese tiempo, un gran tipo él, a toda madre, se sonrió y me dijo: “Statia had something, if she likes you, you´ll be back in one way or another, and you seems like a Statia man, so, see you next time”


Edwin Enrique Soria Juárez

Publicada originalmente en Camarote 55

Le Sang de Jesus. El Haití que conocí.



Al descender del avión un bus espera para hacer el cambio de era. De la cómoda estancia del aire acondicionado y un asiento de avión a un bus con temperatura adecuada para cocimiento lento. Un horno con llantas, una lata de sardinas móvil. Al descender del bus nos movilizamos hacia el edificio de la terminal. Nuevamente con aire acondicionado acompañado del golpe térmico sobre el sudor.
Me cuentan que antes era una barraca en donde se aglutinaban todos los viajantes esperando la señal de avanzar del agente de migración. Una mano se alzaba de las cabinas para sugerir que el próximo en la línea se acercara. Pregunté a mi interlocutor sobre la el recuerdo o la imagen que guardaba de la anterior terminal, contestó que era vívido el olor, más que la imagen. Se respiraba transpiración, secreciones que taladraban el cerebro.

Luego de tomar las maletas nos esperaban dos personas para llevarnos al lugar de trabajo. Según me contaron el lugar por donde salimos era parte de la nueva terminal. Antes era se salía por un corredor cubierto para proteger el sol y la lluvia, pero no protegía de los tirones y empujones. Había que salir a paso ligero, sin soltar las maletas. Podría ser la última vez que las vieras si no te asías a ellas con fuerza. Muchos de los transportes usados por extranjeros y personas con buena posición son blindados. Para un mortal como yo, el uso de un carro de este calibre y viajar con escoltas fue raro. No cargar maletas, esperar a que te abran la puerta, no caminar primero, esperar a que revisen los ambientes en los que entrarás hasta que sean revisados, servicio, atención y reprimenda. Tu vida está en las manos de ellos.

Ya en el vehículo el trayecto hasta el hotel estuvo lleno de imágenes. Recordarme de Haití y tratar de describirlo me es difícil, me brotan las imágenes y no las palabras. Quizá frases aisladas para describir las imágenes. Las imágenes no me hablaron, gritaban y siguen chillando, vociferando sus verdades y dando alaridos a mi cerebro. Quizá por eso me es difícil escribir, entraron a mi razón por las retinas estridentemente, sin pedir permiso, azoradas y sin orientación específica. Se aglutinaron desordenadamente en mi corteza.
Drenajes a flor de tierra, irrespeto por la vida, desorden social, rejas, reductos, ripio y rimeros de basura. Literales ríos de basura, carros de policía en medio de la cinta asfáltica como garita policial, carpas, cartones, plásticos y ventas callejeras. Volcanes de ropa usada, ventas de números de lotería, televisiones apiladas en la calle y gritos de gol. UN por aquí, USAID por allá. Ventas clandestinas de gasolina con agua y aceite de motor en corredores de muerte y pobreza. Apagones y plantas generadoras de emergencia funcionando sordamente. Tacones femeninos sobre charcos de agua, inquilinos de la esperanza tomando el fresco afuera de las casas. Cascos azules y cabelleras negras e infantiles con colitas blancas listas para la escuela. Picops con carrocerías chirrionas, multicolores y alusivas a Jesús. Elotes cocidos al carbón, puestos de menudeo comercial, ventas ambulantes de refrescos y agua purificada, barberías con puertas abiertas y mujeres de la tercera edad en camisones. Edificios débiles, parchados y apuntalados. Láminas como cercos de ruinas. Pintas bramantes, leyendas de desprecio y encomio; Aba Preval, viv Aristide, Aba Lokupasyon, viv sesalin. Grafitis de Michel Jacson, Obama, Mandela y Bob Marley. Cuadros al óleo de criollos pintores.

Los animales de proyecto, los extranjeros trabajadores allá, confiesan no tener dificultades para conseguir compañía, un almuerzo, cinco dólares o una prenda de ropa. Sin embargo los más temerosos del mal del siglo prefirieren compañía segura, libre de toda culpa. Pero un pájaro que vuele por esas alturas pediría un viaje a Miami de entrada. Con suerte habrá alguna oenegera desesperada, fuera de eso el terreno no es seguro. Nada es seguro.

Me atreví a preguntar porqué Haití está como está. Las teorías son muchas, las coincidencias dos:
Los franceses son tan franceses y heredaron ese estatus. El haitiano que se supera se afrancesa. Se desprecia así mismo y los demás. Se aparta. Sube y vive en las colinas.

Si hay un problema entre tres haitianos, los gritos y maldiciones se oirán. Uno se cansará de la perorata y se retirará y ganará el pleito entre los dos restantes quien mate primero al otro.


Merci Jesus.

Edwin Enrique Soria Juárez

Publicado originalmente en: Camarote 55