martes, octubre 11, 2005

Intentus I

… o cosas viejas sin corregir, que ahora ya no dicen nada, acaso ideas que nunca llegaron a madurar…

A MR

Teoría de la proporcionalidad de las consecuencias o la relatividad del ser, la moral y el carácter.

En ocasiones tiendo a ser más analítico de lo que debiera, poseo la capacidad/manía/vicio/malacostumbre de darle importancia a cosas, casos y personas, que la mayoría no le da por pereza, indiferencia o simple hábito, según los que se precian de conocerme. A lo cual respondo con la frase de Cervantes "La abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen, y la carestía, aun de las malas, se estima en algo."

Con esa justificación procedo a entrometerme en los laberínticos intersticios de la visión de la vida, claro, la mía. Las otras que cada quién se las acicale. Ya que es algo tan relativo (Ec=½mv²), podríamos decir/generalizar como un enunciado o teorema: Yo soy yo y mi circunstancia. (Ortega y Gasset). Extremo que no pondría en ningún momento compararse a un problema de tiro parabólico, en donde con determinada gravedad, velocidad inicial, altura y tiempo inicial, sabremos en donde estaremos al finalizar la trayectoria, es decir en el tiempo final del problema, ya que las consecuencias por más que podamos no podemos calcularlas y controlarlas, quizá sí las iniciales, más no las derivadas de estas.

Entonces si se puede esbozar a grandes rasgos las posibles consecuencias de las decisiones ( decir sí a las efectos de nuestros actos ) que a diario tomamos, no podemos calcular al estilo del interés compuesto, de la formula de la distancia o la velocidad en tiro parabólico, las actitudes/reacciones que los demás franqueen a nuestras derivaciones.

Decía Ortega y Gasset “No somos disparados a la existencia como una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada. Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias (no de nuestros actos, sino las furtivas de la vida, según mi parecer). Al contrario, las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter.”

Sin embargo, el carácter es ramificación de nuestra moral o la moral del carácter, es decir son directamente dependientes, con lo que nuevamente Ortega acota “Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos (¿podríamos cambiar esta palabra por carácter?), y con el amor los errores de nuestra moral.”

Dicha moral, proviene de nuestra espiritualidad, no en el sentido religioso-moral, sino desde el ordenamiento de nuestros valores. Esta frase la quiero acentuar citando a Víctor Frankl, quien nos habla de la religión:

…No se le puede ordenar a nadie que ser ría. Si quieres hacerlo reír, tendrás que explicarle un chiste antes. (hablando de consecuencias y de causa y efecto). ¿No sucede lo mismo con la religión, de alguna forma? Si quieres que hay gente que tenga fe y crea en Dios, no puedes confiar únicamente n lo que puedas predicarles siguiendo las líneas maestras de una Iglesia, sino que, en primer lugar debes dibujar a un Dios Creíble, y al mismo tiempo comportarte de una forma creíble...

En otras palabras, hay que hacer exactamente lo contrario a lo que hacen algunos representantes Religiosos (no hablo de una religión en especial) y hacer lo que debe de hacer un padre ejemplar, es decir, no se puede reclamar a un hijo que no fume sí el progenitor lo hace, por poner un ejemplo, es decir, nuevamente caemos en la conducta regida por la moral.

Ahora bien, relacionando la moral con el amor podríamos decir que ambas situaciones (si desean incluyan al carácter) es algo irracional e intuitivo, ya que “El amor revela potencialidades dormidas en la persona amada que ésta todavía no ha hecho reales” (Víctor Frankl). Frase que podríamos cambiar poniendo como sujeto a la moral, la conciencia y el carácter; todos, consecuencia del inconsciente. Según mi punto de vista claro.

Podría acaso reforzar mi teoría con la frase de Goethe: “Cada vez que el hombre desea algo, el mismo deseo es ya en sí algo que presupone lo que el mismo hombre debería de hacer.” Es decir, nuevamente entra en juego el inconsciente.

Ahora bien, ya que la religiosidad, la moral, las consecuencias de nuestros actos, y el carácter están relacionados, quisiera ir finalizando con otra frase de Frankl: “Nadie nos hará creer que el hombre es un animal sublimado una vez hayamos mostrado que dentro de cada hombre hay un ángel reprimido.”

A donde viene esta nueva vertiente que trato de enraizar en este desorden de palabras y consecuencias que antes han leído, creo que es simple: La moral y la espiritualidad, regidas ambas a nuestra crianza y creencia (dos cosas distintas), sólo pueden dar muestra de nuestra potencialidad de seres humanos, si afrontamos las consecuencias de las mismas. Es decir, un hombre de principios es aquel que actúa instintivamente, según le dicten su moral y su carácter, pero afronta las consecuencias de sus actos, tanto en su persona como en los que lo rodean.

Edwin Enrique Soria Juárez

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