miércoles, marzo 01, 2006

Superbus

Existen marcas que heredamos. Genes más bien. Los camanances de fulano, la nariz de zutano, el cabello de perencejo, las cejas de tal rama de la familia o el color de tez de la tía fulanita.

En mi familia algo que se hereda es la soberbia. A tal grado que la palabra contiene a nuestro apellido. Espero que mis familiares que lleguen a leer no se ofendan, nada más hago comentarios de lo que somos a raíz de mis observaciones. Si bien es cierto que algunos (más las mujeres) no tienen este mal desarrollado, sí lo poseen en estado latente, en cualquier momento salta y pasa a formar parte en primera fila del cúmulo de cualidades y defectos.

La falta de humildad, el egocentrismo, la arrogancia y la altivez, vienen de la misma cepa. Todas estas disfunciones de sencillez nos atañen. Llegamos al extremo de objetar algo aduciendo que ya lo conocemos, cuando esto no sucede así. Nos da pavor ser menores ante otros, más ante los propios de la familia. Las discusiones de este tipo pueden ser mortales dentro de una amena velada o una cálida tarde de domingo. Nos cegamos, cerramos en banda y tendemos a ofender casi de forma bélica.

Obviamente esto es algo personal, una reflexión infidente en voz alta. Los quiero familia, tomen esto con calma y cabeza fría.


Saludos cordiales,

Edwin Enrique Soria Juárez

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